julio 5, 2021

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Tiempos Mejores

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Ese era el eslogan de la campaña presidencial de Sebastián Piñera el 2017. Como no voté por él, la verdad es que nunca tuve ninguna esperanza de que esa promesa de campaña se transformara en realidad.

Sin embargo, después del estallido y revuelta social se comenzaron a dibujar los primeros trazos de lo que puede ser el comienzo de un nuevo Chile y, la inauguración de la Convención Constituyente, que prefiero llamar Asamblea Constituyente, pienso que es el puntapié inicial en la construcción de un nuevo país.

Aunque el equipo de campaña del presidente Piñera nunca lo contempló, ese eslogan hoy parece profético, claro que en el sentido inverso a lo que planteaba el candidato y sus seguidores, quienes solo pretendían profundizar el neoliberalismo en nuestra sociedad convirtiendo a cada ciudadano en cliente de un mercado implacable.

Hoy no me cabe duda de que vivimos tiempos mejores, claro que sí, cuando es electa presidente de la asamblea una mujer, mapuche, académica… es un reconocimiento a su trayectoria y al sufrimiento y postergación de los pueblos originarios. Cuando escucho su discurso, mágico, cósmico, cargado de energía, que fluye y hace que todo cambie y, a la vez, se mantenga, se reivindica la voz de los oprimidos por tantos siglos. Cuando vemos una ceremonia que, más allá de los retrasos e incidentes, reunió a una diversidad nunca antes vista en la política chilena, con vestimentas y colores solo registrados en postales para turistas, con votaciones transparentes, me da la sensación de que todo comienza a volver a lo que siempre debió ser. Es comenzar a escribir el Chile de siempre, el que estaba ahí, invisibilizado, postergado, reprimido.

Cuando veo a las y los convencionales de La Lista del Pueblo, en muchos casos, nacidos desde la protesta social y ya no relevados como actores secundarios sino como protagonistas de esta nueva realidad; y veo a las mujeres, con sus pañuelos verdes y morados, levantar sus manos exigiendo sus derechos, en paridad, teniendo como telón de fondo el edificio del antiguo Congreso Nacional de Santiago, es que me restriego los ojos para ver si es real lo que estoy mirando.

Fue difícil el comienzo, a decir verdad, los comienzos siempre lo son; las estructuras, las mentalidades, las culturas y las prácticas no cambian de un día para otro. A mí, en lo personal, no me perturba que el conflicto se exprese, la vida en sociedad es así, es el país en que vivimos, es el Chile real.

Lo relevante fue el ejemplo y la extraordinaria señal que nos dieron las y los constituyentes: que, con conflicto, se puede avanzar, se puede construir, se puede cambiar la sociedad y eso, claro, que me hace estar convencido e ilusionado de que esta vez sí se vienen tiempos mejores…

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