junio 29, 2023

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El Golpe no fue el 11 de septiembre: la palabra ya la tenía el camarada Máuser*

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En rigor el Golpe de Estado se resolvió con el Tancazo del 29 de junio de 1973 (mal llamado “tanquetazo” ya que no hubo tanquetas), un par de meses antes del 11 de septiembre. Durante ese crucial lapso, el Presidente Allende disponía de la facultad legítima para destituir a generales y almirantes golpistas, mecanismo que habría complicado el plan de la contrarrevolución capitalista.

En rigor el Golpe de Estado del 11 de septiembre se resolvió con el Tancazo del 29 de junio de 1973 (mal llamado “tanquetazo” ya que no hubo tanquetas). Durante ese crucial lapso, el Presidente Allende disponía de la facultad legítima para destituir a generales y almirantes golpistas, mecanismo que habría complicado el plan de la contrarrevolución capitalista.

En el libro del historiador Gabriel Salazar (Premio Nacional de Historia) “Conversaciones con Carlos Altamirano, memorias críticas” se destaca que el líder del Partido Socialista le pidió a Allende que llamara a retiro a los almirantes sediciosos Merino, Huidobro, Weber, Huerta y Carvajal: “Tienes que llamar a retiro a estos almirantes y no los llamemos juntos, una semana a uno, otra semana a otro. Desarticulando de a poco. Si logras desarticular las cúpulas de las Fuerzas Armadas pones término a la conspiración. En la oficialidad media no todos están por un Golpe de Estado y en la tropa, la mayoría está contra la cúpula. Pero Allende repetía: ‘No podemos hacer eso. No podemos provocarlos, menos en esta situación”…  Y al conocer las denuncias de los marinos constitucionalistas sobre el complot le espetó: “No podemos basar la acusación contra el alto mando en el testimonio de unos simples marineros. Una acusación que viene de ese rango no se sostiene frente a la cúpula del almirantazgo”…

El golpismo ya había olido sangre y no había espacio para la conciliación. El 23 de agosto, Allende aceptó la renuncia del general Prats -acosado por una manifestación de mujeres de milicos- a la jefatura del Ejército y al Ministerio de Defensa. Junto a Prats renunciaron los generales “constitucionalistas” Mario Sepúlveda (comandante de la Segunda División a cargo de Santiago) y Guillermo Pickering (comandante de institutos militares). Respecto a ese comportamiento, rayano en deserción, Altamirano -en el libro ya citado- enfatiza: “En un momento crucial (Golpe de Estado a la vista), equivalente a una declaración de guerra, renunciaron… Como si no fueran hombres de guerra, sino de paz, toga y ley”.

Ante el Tancazo del coronel Roberto Souper, comandando el Regimiento Blindado 2 (uno de cuyos 16 tanques norteamericanos M-41 Walker Bulldog se quedó sin combustible) Allende hizo lo de siempre: convocar al pueblo a escuchar otro discurso frente a La Moneda.

La intentona (que causó la muerte de 22 personas, 15 de ellas civiles entre ellos el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen que filmó al sargento que lo asesinó) como ensayo general fue un rotundo éxito para el golpismo por cuanto confirmó dos situaciones clave que semanas más tarde sellarían su victoria absoluta:

-Ausencia de una respuesta militar del pueblo, cuya moral estaba mermada por decenas de allanamientos efectuados a sangre y fuego en fábricas y poblaciones “en virtud” de la ley de control de armas (recién modificada a su gusto por la Derecha y la DC) que el gobierno pudo vetar pero no lo hizo. En tales asonadas, los milicos no hallaron armamento pero su verdadero objetivo era el amedrentamiento de la población. Durante la jornada del 29 de junio, los cordones industriales – con miles de obreros dispuestos a algo más que escuchar un discurso ya superado- permanecieron a la defensiva en las fábricas tomadas: Faltó el empuje determinante y clave de la lucha de clases: los ricos no tienen  piedad.

-“Conjurada” la maniobra, con intervención del general Prats, quedó de manifiesto que solo las Fuerzas Armadas estaban en condiciones de “resolver” el destino de la revolución chilena con “sabor a empanadas y vino tinto”.

Cabe destacar que entre junio y agosto, 300 marinos de los navíos Prat, O´Higgins, Latorre, Blanco Encalada y Cochrane, miembros de ASMAR y de las Escuelas de Ingeniería y de Armamentos fueron detenidos. Ellos -mediante el sargento Juan Cárdenas y otros suboficiales- habían informado en forma detallada al gobierno sobre los planes golpistas. Sin embargo, no hubo respuesta a sus denuncias ni tampoco apoyo cuando fueron torturados y procesados. Este grave error -otra prueba de la capitulación de Allende- desalentó absolutamente al personal democrático que había en las instituciones militares.

En el libro “Altamirano” de la periodista Patricia Politzer, el ex jefe socialista sostiene que tras reunirse con los marinos constitucionalistas que junto con revelar la conspiración de los almirantes, le explicaron su plan ofensivo para apoderarse de tres navíos, concluyó que “Se me hacía difícil creer en su capacidad para operar barcos tan complejos como son los acorazados o los destructores”. Carlos Altamirano “olvidó” la Sublevación de la Armada (agosto de 1931), cuando las tripulaciones detuvieron a los oficiales y concentraron a la escuadra completa -incluido el acorazado Almirante Latorre, cuyo desplazamiento a plena carga era de 32 mil toneladas)- en la rada de Coquimbo y repelieron a tiros a los aviones de la Fuerza Aérea que intentaron bombardearlos.

Sin embargo, la historia pudo ser radicalmente cambiada ya que durante el Tancazo había suboficiales y soldados de la Base Aérea de El Bosque de la FACH dispuestos a vaciar el arsenal y entregar armas a los trabajadores. Pasaron las horas pero nadie acudió a su llamado: el reloj de la tragedia fatigaba así su último tic tac.

 Andrés Pascal Allende, ex Secretario General del MIR, lo reconoció en el Seminario “Qué queríamos hacer en 1973?” de la Fundación Chile 21 (está en Youtube):

“El momento cúlmine fue el 29 de junio porque hubo una movilización como nunca se había visto en defensa del gobierno. En el caso del MIR no tuvimos una actitud ofensiva. Nos contactamos con los compañeros que teníamos en las Fuerzas Armadas y suboficiales y soldados de la Base Aérea de El Bosque plantean que están en condiciones, porque tienen el control en ese momento del arsenal, y piden que nos movilicemos junto con ellos y con transportes para sacar las armas y repartirlas en las organizaciones populares. Discutimos la propuesta en la Comisión Política e imperó el criterio de no dar ese paso. Hoy día me pregunto si eso fue correcto”.

 En su intervención, Pascal Allende afirmó -además- que en varias unidades militares, muchos oficiales y suboficiales se negaron a salir en apoyo de Souper, hecho que determinó que fueran reprimidos apenas terminó el Tancazo.

Discutiendo al lado del “vecino”

Lo ocurrido en el ex Pedagógico de la Universidad de Chile el 29 de junio demostró las limitaciones del movimiento estudiantil, fuerza social donde -al menos- el MIR nunca debió someterse al “allendismo” para fatigar tres años irrecuperables. Hubo centenares de estudiantes, muchos de ellos dispuestos a luchar. Se contaba con un par de nobles fusiles Máuser Kar-98, algunas pistolas y “bombas “Molotov”, arma popular por excelencia.

 Todo culminó en una discusión en plena avenida José Pedro Alessandri: subirse a buses de la FECH y acudir a La Moneda a escuchar otra vez a Allende o marchar a pie gritando “pueblo, conciencia y fusil” (también rumbo al palacio). Ambas chambonadas se hicieron. Cabe consignar que al costado norte del ex Pedagógico había una dependencia de la Fuerza Aérea, la que pudo ser copada antes que su atemorizada guarnición procediera, discretamente, a retirarse.

Un Congreso olvidado

 En su obra “Ilusiones y Quebrantos”, Luis Jérez Ramírez, Subsecretario del PS durante la elección de Allende comenta el Vigésimo Segundo Congreso del Partido Socialista, celebrado en Chillán, noviembre de 1967:

“Aprobó una tesis conceptualmente válida. Quien pretenda un cambio radical de una sociedad injusta debe estar preparado para usar la violencia. Los defensores del statu quo cuentan con ella e históricamente la han utilizado para impedir el cambio. Lo importante no es la validez de esta constatación, sino la voluntad política, la seriedad con que se la asume, la capacidad para generar la fuerza y las particularidades de la sociedad específica en que se reclama el cambio”.

*Dedicatoria del poeta ruso Mayakovski a los marinos anarquistas de Kronstandt que hicieron la Revolución de Octubre de 1917:   “Para palabrerías no hay sitio. ¡Silencio, oradores! Es suya La palabra Camarada Máuser Firmes en el cuello del mundo ¡los dedos del proletariado! Reventemos el caballo de la historia La comuna no será sometida”.
Por Ariel Poblete, periodista, especial para nuestropais.cl

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