diciembre 18, 2023

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La mirada del caballo

4 minutos de lectura

Una creación narrativa de Ariel Poblete G.

El siete de octubre del 2028, Ernesto Lynch cumplía cinco años yendo al restorán Omar Khayyam de Recoleta para evocar a su mejor amigo Yasser Qasim, un chileno de origen palestino con el cual solían debatir sobre el origen del universo, la explicación de todas las cosas y la ilegítima ocupación israelí de Palestina.

Lynch solía recordar que Qasim se emocionaba al contarle que su héroe de infancia fue Vasili Zaitsev, el francotirador -apodado “Nievi” (*)- que abatió centenares de nazis con su fusil Moisin-Nagant, cuando los bandidos alemanes atacaron a la entonces gloriosa Unión Soviética.

“Espero estar a su altura cuando sea llamado a combatir contra los sionistas” le dijo Yasser, tal vez como anunciando su partida, mientras cenaban en el citado restorán el lunes 4 de septiembre del 2023.

Un mes después, por amigos comunes, Lynch supo que Yasser Qasim logró estar a la altura de su héroe por cuanto -el siete de octubre de 2023- destacó entre los milicianos palestinos que vulneraron el muro de la Franja de Gaza, sacaron a la rastra a los tripulantes de los tanques Merkava y capturaron a decenas de militares, entre ellos al general Nimroid Aloni que estaba en calzoncillos.

En esos meses de combate, a través de la agencia de noticias libanesa Al Manar y de la iraní Hispan TV, Ernesto Lynch confirmó que esa ofensiva política-militar tuvo el apoyo total del pueblo palestino que albergó, durante meses a combatientes y pertrechos necesarios para una operación de histórica envergadura. El ataque -según las fuentes pesquisadas por Lynch- fue protagonizado por milicianos de Hamás (acrónimo en árabe para el Movimiento de Resistencia Islámica), partido político fundado en 1987 y que gobierna Gaza.

 Durante sus encuentros, Lynch apuraba sendas copas de arak -esa engañosa bebida árabe de anís- y el abstemio Yasser despotricaba contra la prensa que tilda a los palestinos de “terroristas” y oculta que sus objetivos son la liberación de los presos políticos (cinco mil, entre ellos 12 parlamentarios) y la recuperación de su territorio, ocupado ilegalmente por Israel desde 1948, lo que implicó la expulsión de más de 700 mil palestinos. “Ese año ocurrió la Nakba, la catástrofe de nuestro pueblo” estallaba Yasser, con un vendaval de furia que presagiaba tormenta.

 La última vez que se encontraron fue el lunes 11 de septiembre del 2023, cuando su amigo se aprestaba a viajar para sumarse a la gran insurrección. En esa ocasión, Lynch le confesó su arrepentimiento por no haber liquidado a un patrón de fundo en Linares, al sur de Chile, que había arremetido contra campesinos desarmados. “Disparé al aire -le dijo-, su caballo se encabritó. Ví sus íjares sangrantes y antes de que escapara, adiviné el mensaje en la mirada del castigado alazán: “Mata a este maldito de una puta vez”.

Yasser le preguntó porque no lo había reventado a tiros y Lynch -desde la profundidad de la derrota- le respondió que obedecía órdenes de su partido, el MIR, de no crearle problemas a Salvador Allende, el socialdemócrata que gobernó hasta 1973.

 Se despidieron con un abrazo y Yasser sonriendo con un dejo de tristeza le dijo: “Espero que esta vez los iraníes dejen de apalear mujeres y se unan a la lucha contra el enemigo común”.

El sábado 4 de noviembre del 2023, durante la marcha mundial por Palestina que también se realizó en Santiago, Ernesto inquirió a miembros de la colonia por la suerte de Yasser, cuyos abuelos fueron expulsados de Ramallah, su ciudad natal, por los judíos hacía 80 años. Le informaron que tuvo una muerte luminosa, cubriendo la retirada de su grupo con su fusil Kalashnikov casi al rojo vivo.

 La visita final de Ernesto Lynch al Omar Khayyam fue el citado siete de octubre del 2028. Bebió un trago de arak y recordó -en especial- una frase de Yasser cuando hablaban sobre Miguel Enríquez, el líder del MIR caído en combate. “A héroes como él hay que vengarlos, no basta con venerarlos”, había sentenciado su amigo.

También acudió a su memoria cuando Yasser se enorgullecía del espíritu de lucha de los palestinos y él solo pudo replicar que, tal vez, en el ADN del pueblo chileno, no figura la guerra revolucionaria y aludió un verso de Pablo de Rokha: “Nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos y quisimos hacer, como un loco asomado a la noria vacía de la aldea”.

Ernesto fatigó su memoria hasta que precisó el lugar donde había guardado un pequeño alijo de armas en 1987 cuando su partido, se disolvió con más pena que gloria. “Espero -se dijo a si mismo- que mi pistola Walther, calibre nueve milímetros, esté mejor que yo” y lentamente abandonó el local rumbo a su destino, donde por fin uniría la sangre y la esperanza.

* Se dice que “Nievi” está en la canción Ojalá, de Silvio Rodríguez, en alusión a la certera puntería del francotirador.

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