Chile: la mentira se ha hecho costumbre
3 minutos de lecturaDesde su inicio Chile fue ducho en ardides y mentiras. Basta recordar al conquistador Pedro de Valdivia, cuando se forjó espuelas con el escaso oro conseguido en su primera venida y las exhibió en Lima aparentando riquezas inexistentes para embaucar ilusos y sumarlos a su aventura.
Hoy la Televisión chilena se refocila mostrando imágenes del decomiso de miles de zapatillas y poleras falsificadas que ambulantes ilegales venden a clientes que saben bien del engaño pero les da lo mismo ya que ellos -a su vez- se mentirán, luciendo productos “pirateados” a grandes marcas con etiquetas también falsas.
En los 90, la Concertación vendía al mundo la mentira de un supuesto desarrollo económico e incluso solicitó a Naciones Unidas que enviara refugiados de la disuelta Yugoslavia. Llegaron decenas de tales personas que no tardaron en darse cuenta del fraude, por cuanto los habían arrojado a un país más pobre del que habían abandonado y se largaron a toda prisa.
Otra de las grandes falsedades con las que nos han “vacunado”, es que Chile siempre ha respetado los tratados internacionales. En rigor, lo ha hecho siempre y cuando tales acuerdos le convengan.
Prueba de ello es el Tratado de Tapihue, celebrado en 1825, en las cercanías de Yumbel, por el cual Chile -bajo la Presidencia de Ramón Freire- reconocía ante el cacique Mariluán y otros lonkos la total soberanía mapuche al sur del Bío-Bío. Dicho acuerdo contenía 33 artículos que incluían desde derechos aduaneros hasta auxilio mutuo en caso de guerra externa. El tratado duró hasta 1860, cuando el gobierno chileno -una vez recompuesto su aparato militar- inició a sangre y fuego la llamada “Pacificación de la Araucanía” que se tradujo en el despojo criminal de tierras históricamente mapuches.
La envidiada Argentina – no solo por su bien conquistado Mundial de Fútbol- constituye un notable espejismo que nos hace creer a pie firme que Chile es un “oasis” (según Piñera). Semejante distorsión estalla en pedazos al comparar Buenos Aires -esplendorosa capital donde en “plena crisis” a diario abren nuevos restoranes y no existen carpas ni toldos azules- con el moribundo centro de Santiago, donde los negocios deben cerrar a las 17:00 horas mientras que el hedor de las fritangas callejeras impregna hasta las paredes del “Casco Histórico”.
Otra “rueda de carreta” la comulgaremos con ese salvaje “Tratado de Versalles” (también llamado Acuerdo por Chile) impuesto por la Derecha (gran vencedora del Rechazo) que habrá de materializarse en una Constitución ilegítima en su origen, ya que la gente votó porque fuese hecha solo por personas electas sin “asesores”, ni cerrojos de ningún tipo. Para colmo, el sistema electoral que se aplicará será el mismo del Senado, es decir que los votos de la Región Metropolitana y de la Quinta Región -por ejemplo- valdrán menos de los emitidos en los reductos sureños de la Derecha con escasa población. Tal engendro será presentado como fruto de la decisión popular. Se trata, sin duda, del último truco barato del país de la mentira.
Ariel Poblete, periodista, para «Nuestro País».