octubre 10, 2021

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El chileno Benjamin Labatut, nuevo fenómeno editorial de América Latina

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Nominado a los premios anglosajones más importantes, recomendado por el expresidente Obama, sus cuentos y ensayos exploran el momento en el que la razón y la locura se encuentran en un mismo lugar.

Para el escritor chileno Benjamín Labatut, los libros son parecidos “a los laboratorios de los científicos locos o de los alquimistas, porque te permiten jugar con ideas sin la necesidad de que estén en estricta correspondencia con la realidad”. Uno de sus laboratorios más intrigantes se llama Un Verdor Terrible, un libro de cinco cuentos sobre científicos, publicado en abril del 2020 por Anagrama y un fenómeno editorial para un autor que no era muy conocido internacionalmente hasta hace poco: ha sido traducido a 22 idiomas, y su versión en español va en la novena edición. Su versión en inglés, en particular, fue nominada este año a los premios más importantes de la literatura anglosajona, como mejor libro traducido del premio Man Booker o el National Book Award. Además, apareció este verano en la lista de los libros recomendados por el expresidente Barack Obama.

“Francamente, me asombra mucho más que haya tenido tanto éxito en español, porque me parece que el mundo anglosajón le presta un poco más de atención a estas temáticas, o el menos el mundo europeo, donde ocurrieron la mayor parte de las historias que relato en el libro”, dice a EL PAÍS Labatut, quien nació en Rotterdam hace 41 años pero vive en Chile desde su adolescencia. “Y también me dediqué muchísimo a la traducción, la revisé línea por línea, para que fuera su propio libro, e incluso escribí el último texto –El jardinero nocturno– en ingles antes que en español. Eso sí, yo no trato de explicarme el éxito. No me preocupo mucho de las reacciones de los demás, ni de sus opiniones. Me entrené para escribir a espaldas del mundo, para tratar de encontrar mi propio valor, fuera cual fuera, y si ahora resulta que muchas personas se fascinan con el libro, me lo tomo como un halago, pero no le doy demasiada importancia. Puede que el próximo no les interese en lo más mínimo. La literatura no es un concurso de popularidad, es una caminata alrededor de un enorme agujero que se lo traga todo, y que me va a tragar a mi también, tarde o temprano”.

Su próximo libro, La Piedra de la Locura, será publicado en España por Anagrama el 20 de octubre, y llegará a las librerías de América Latina en noviembre. La Piedra de la Locura casi una continuación de las preguntas que rondan al anterior: preguntas por aquellos momentos en el que la razón y la locura se encuentran en el mismo lugar. “La piedra de la locura y Un verdor terrible son intentos fallidos, profundamente fallidos, por poner en palabras experiencias e ideas que suelen rehuir la clasificación, y que contradicen los sentidos comunes, porque hablan de cosas que, hasta el día de hoy, nadie entiende, al menos no del todo”, dice el autor.

Los laboratorios literarios de Labatut

Un Verdor Terrible es libro de cuentos que mezclan ficción y hechos reales, pero más cercano a la filosofía de la ciencia que a la ciencia ficción. Son cinco cuentos sobre científicos, todos brillantes, pero casi todos dementes.

Está como personaje allí, por ejemplo, el astrónomo Karl Schwarzschild, quien cambió la historia de la física después de encontrar la solución a la teoría de la relatividad de Einstein y probó la existencia de hoyos negros –pero quien muere en el cuento delirando en un hospital por la falta de sentido de la física moderna si sus teorías eran correctas. Los científicos pueden caminar “sonámbulos hacia el apocalipsis” dice en otro de los cuentos sobre el brillante matemático Alexander Grothendieck, cuyos ejercicios de abstracción desafiaron a las matemáticas puras pero lo llevaron también al borde de la locura. “Grothendieck quería atrapar el sol en una mano, desenterrar la raíz secreta capaz de unir innumerables teorías sin ninguna relación aparente”, dice el cuento. “De tanto ahondar en los fundamentos, su mente había tropezado con el abismo”.

“La ciencia es fuente de milagros y catástrofes, pero el impulso humano que busca más y más conocimiento es algo muy antiguo”, dice el autor sobre su fascinación con la razón y el delirio. Esta hambre de conocimiento “corre muy hondo por lado luciferino de nuestra naturaleza, sin el cual ya nos habríamos extinguido, pero que también nos sale muy caro, porque cada nuevo saber abre una nueva herida”.

Otra de esas heridas, además de la locura, puede ser catastrófica para el planeta. Cuenta el primer cuento la historia de Fritz Haber, químico alemán y judío, ganador del Premio Nobel de Química en 1918 y el primero en extraer nitrógeno del aire. Pero Haber también fue el padre de la guerra química en la primera guerra mundial y, dice el cuento, su esposa “lo acusó de haber pervertido la ciencia al crear un método para exterminar humanos a escala industrial”. Fritz la ignoró y ella se suicidó con un revólver. “Para él, la guerra era la guerra y la muerte era la muerte”, dice el libro. Haber murió en 1934 pero antes creó un pesticida utilizado en los campos de concentración de Hitler, y “el pesticida que él había ayudado a crear sería utilizado por los nazis en sus cámaras de gas para asesinar a su media hermana, a su cuñado, a sus sobrinos, y a tantos otros judíos”.

Los delirios y excesos de los científicos fueron evidentes en la primera parte del siglo XX y durante la Guerra Fría, pero en los últimos años los líderes de la ciencia moderna han sufrido otras amenazas a su credibilidad que también son peligrosas: ataques a biólogos o químicos por los grupos antivacunas o los que aún, contra toda evidencia, niegan el cambio climático. Pero la literatura de Labatut, si bien no hace apología de la ciencia o de los científicos, tampoco es conspiracionista. Sus obras no debaten aquellos descubrimientos que se han probado más de mil veces. Andan más bien buscando el “margen de error”, aquellos puntos donde la razón reveló sus límites.

“La ciencia verdadera está llena de dudas”, dice Labatut. “No me parece que debamos confiar o creer en la ciencia, lo que debemos hacer es conocerla. Porque una visión científica de las cosas te obliga a considerar aspectos de la realidad que desafían tu visión del mundo, que te vuelven –casi sin que lo quieras- más humilde, más escéptico, y más despierto”.

La locura en clave personal

La Piedra de la Locura, su nuevo libro con dos ensayos, explora la obra y vida personal de más científicos, como el matemático David Hilbert, y otros artistas, como los escritores Howard Phillips Lovecraft y Philip K Dick. Pero también es un libro mucho más personal y aterrizado en crisis recientes. “Hoy vivimos en el mundo de Dick, una pesadilla plural y demente en la cual nunca podemos creer del todo en lo que vemos, sentimos y escuchamos”, escribe Labatut sobre la inestable credibilidad que tienen las grandes narrativas actualmente, científicas o sociales, y que tienen a buena parte de la población en la incertidumbre. Cuenta el autor en este libro que después de publicado Un Verdor Terrible varias personas se acercaron para hacerle preguntas urgentes cómo “¿Cuándo dejamos de entender el mundo?” o “¿Alguna vez comprendimos la realidad?”

Para responder, esta vez Labatut no se va solo a la historia de la ciencia a principios del siglo XX sino a la más reciente: al estallido social chileno en el 2019, un momento en el que una narración que la sociedad se había construido durante décadas –sobre el desarrollo o el progreso económico– erupcionó. “Nadie–ningún político, científico, líder social o artista– era capaz de explicar lo que estaba sucediendo”, escribe sobre la ira social del momento. Había tragedias sociales reprimidas que algunos habían ya diagnosticado; pero la repentina metamorfosis social durante estallido que exigía un cambio radical inmediato, por un tiempo, no tenía dirección clara. “A pesar de su enorme potencia, nuestra deslumbrante revolución tuvo una cualidad muy especial: carecía de una narrativa central”, escribe Labatut.

¿Qué ocurre cuando la narrativa que han tejido durante décadas las sociedades– desde los científicos europeos de principios del siglo XX hasta para la sociedad chilena del siglo XXI– se acaba? ¿Cómo no sucumbir a la locura cuando se quiebran las historias que hemos creado para vivir?

“La ausencia de una narrativa central es una fuente de vértigo, es algo que asusta hasta el más valiente”, dice Labatut. “Pero también es un espacio de libertad absolutamente necesario y una gran oportunidad para que brote lo nuevo, lo inesperado y lo milagroso”. Esta falta de una narrativa central podría tomar distintos rumbos, según el autor: que surja una nueva gran narrativa con sentido común; o que dominen perspectivas delirantes “como el neo-paganismo de los Nazis”; o incluso, “que le entreguemos una buena parte de nuestra alma al sinsentido, quizás armemos nuestra imagen del mundo en base a fragmentos que carecen por completo de narrativa o significado, como el horroroso contenido con que nos bombardeamos en redes sociales”.

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