agosto 16, 2021

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La “Blitzkrieg” del siglo XXI

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En una ofensiva relámpago, que hizo recordar los avances nazis en Europa en la 2ª Guerra Mundial, la milicia afgana de los talibanes tomó el control del país en apenas tres meses, obligando este domingo al gobierno del presidente, Ashraf Ghani – respaldado por Estados Unidos y Occidente- a huir de la atribulada nación centro asiática.
Por Juan Araya Díaz
Cuando en abril pasado, el presidente Joe Biden, anunció el abandono de las tropas norteamericanas de Afganistán, después de permanecer casi 20 años en el país de Asia Central, los asesores del Pentágono estimaron que la ofensiva iniciada por los talibanes desde la frontera con Pakistán, tendría todavía un camino largo por recorrer. Es más: confiaban en que las tropas regulares afganas frenarían el avance al contar con armamento de última generación, unido al entrenamiento y apoyo logístico entregado por Estados Unidos.
Pero en cuestión de semanas y días, los talibanes arrasaron con las desmoralizadas tropas regulares, que incluso entregaron las capitales provinciales sin presentar resistencia.
Las escenas caóticas del aeropuerto de Kabul este domingo impactaron a la opinión pública mundial, cuando cientos de familias trataban de escapar del país , con lo que llevaban puesto,.
Para muchos resultó inevitable la comparación con la caída de Saigón, capital de Vietnam, el 13 de abril de 1975, cuando los pocos helicópteros estadounidenses que quedaban rescataron a los diplomáticos y ciudadanos estadounidenses que aún permanecían en la ciudad.
¿Quiénes son los talibanes?
El grupo armado de los talibanes, los “estudiantes”, según su traducción de la lengua pastún, adquirió importancia a inicios de los años noventa del siglo pasado. En 1989, los muyahidines –combatientes por la yihad (guerra santa) armada- afganos, y extranjeros, habían derrotado y expulsado a las tropas de la ex Unión Soviética en Afganistán, tras una década de guerra. Desde la frontera afgano-pakistaní, los talibanes, nacidos en los seminarios religiosos fundamentalistas, prometieron orden y seguridad en su ofensiva para gobernar el país.
En 1996, la guerrilla tomó el control de Kabul y arrebató el gobierno y la presidencia al líder muyahidin Burhanuddin Rabbani, uno de los héroes de la victoria frente a los soviéticos. En su avance, los talibanes instauraron un régimen integrista basado en la interpretación rigurosa de la sharia (ley islámica).
Entre otras medidas, impusieron castigos físicos, desde la pena capital en plaza pública a los latigazos o la amputación de miembros por delitos menores, como el hurto; despojaron de cualquier derecho a las mujeres, a las que obligaron a cubrirse íntegramente con el burka, y a las niñas, a las que prohibieron ir al colegio a partir de los 10 años, y erradicaron cualquier expresión cultural (cine, música, televisión) o incluso arqueológica (en marzo de 2001 destruyeron los Budas de Bamiyán). Después de sobrevivir casi intactas durante 1.500 años, el régimen islámico talibán decidió que estas estatuas eran ídolos, y por tanto contrarias al Corán, ordenando así su destrucción.
Tras aquella toma del poder en Kabul, sólo tres países reconocieron a los talibanes: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Pakistán. Los servicios de inteligencia de este último país, pese a las negativas de Islamabad, han sido acusados por Estados Unidos de apoyo la insurrección talibán.
El Centro para el Combate del Terrorismo de West Point estima que los talibanes cuentan en torno a 60.000 combatientes, a los que se les sumarían decenas de miles de milicianos afines y colaboradores.
¿Por qué Estados Unidos declaró la guerra a los talibanes en 2001?
Cinco años después de la toma de Kabul por los talibanes, el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos sufrió los atentados de las Torres Gemelas, con un balance de alrededor de 3.000 muertos. Washington culpó del ataque a la red terrorista Al Qaeda, nacida a finales de los 80 y liderada entonces por el saudí Osama Bin Laden.
El gobierno del presidente republicano George W. Bush declaró la guerra al terror y a sus santuarios, entre ellos el Afganistán de los talibanes, donde se creían que se refugiaban Bin Laden y la cúpula de Al Qaeda, bajo la protección del mulá muyahidín Mohamad Omar.
En octubre de 2001, Estados Unidos lanzó una ofensiva (Operación Libertad Duradera) contra las fuerzas talibanes junto a la Alianza del Norte, una coalición de milicias rivales nacida tras la caída de Kabul.
Los talibanes se rindieron en tan sólo dos meses en Kunduz en la frontera con Tayikistán, pero Estados Unidos no logró hasta el 2011 dar con el paradero de Bin Laden y abatirlo en la localidad de Abbottabab (Pakistán).
¿A qué se debe la actual guerra en Afganistán?
En diciembre de 2014, 13 años después de iniciada la guerra, el presidente estadounidense Barack Obama declaró el fin de las principales operaciones de combate. El mandatario demócrata, que elevó el número de efectivos de EE.UU. en el terreno hasta cerca de 100.000, apostó por centrar los esfuerzos de sus tropas en el entrenamiento y cesión de responsabilidades en seguridad a las fuerzas afganas con el objetivo de poder cerrar su misión. Su sucesor, Donald Trump, pese a defender el regreso de los soldados de las guerras más largas, aceptó finalmente mantener el contingente en Afganistán hasta que la situación de la contienda lo permitiese.
“No es Vietnam”, dice la Casa Blanca
En Washington, los portavoces de la Casa Blanca se apresuraron a descartar cualquier analogía con lo que pasó en Saigón en 1975.
El Departamento de Estado, que dirige Anthony Blinken, recalcó que la decisión de Estados Unidos de abandonar Afganistán se debió a la impotencia que significó la incapacidad de los líderes afganos de asumir su propio destino, la corrupción generalizada y la desmoralización y la penuria del ejército local.
Para EE.UU. fueron 20 años de misión de combate, 83.000 millones de dólares invertidos en la formación de los 300.000 efectivos de las fuerzas armadas afganas y la pérdida de 2.300 militares y decenas de miles de heridos.
Ante este desolador balance, Blinken intentó justificar la salida de Estados Unidos al afirmar que los objetivos que Washington se planteó en 2001 se cumplieron: acabar con Osama Bin Laden y “yugular la capacidad operativa de Al Qaeda”, autor de los ataques del 11-S en EE.UU.

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