Carlitos: el orgullo de su madre que nunca dejó de buscar justicia
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Por Marcia Pineda, periodista.
La última vez que vi a Carlitos fue dos semanas antes que lo asesinaran. Su madre –mi gran amiga Berta Echegoyen- y él fueron a visitarnos al departamento en Santiago Centro, en Lira con Argomedo, donde vivíamos con mi marido y mis dos hijos. Ella había llegado en 1985 a Chile. Nosotros, dos años antes, también desde Cuba. Fue un encuentro maravilloso con nuestra amiga y con ese niño, ya convertido en todo un hombre, que jugó con mis hijos mientras Berta y yo nos poníamos al día.
Hacía muchos años que no veía a Carlitos. Antes de regresar a Chile en 1983, lo había divisado más de alguna vez en su casa en el reparto (barrio) de Alamar, en La Habana, donde vivía junto a su familia, no me sorprendió entonces verlo de uniforme, porque estaba estudiando en una escuela superior militar y los uniformes abundaban en la isla. Su cara, sin embargo, seguía siendo la misma de aquel niño regalón de su madre. La de ese niño estudioso, querendón y ávido de conocer más del país de sus padres. Recuerdo que nos contó que había regresado antes que su mamá, porque quería apoyar a su padre, otro socialista preso por haber tenido la “osadía” de ingresar a su país.

¡Con qué orgullo miraba Berta a su hijo! Me di cuenta que el amor de mi amiga por ese hijo era inconmensurable. Tanto como el que sentía porPaulita, su hija menor. Con la diferencia -y después lo supe- que ella sentía una admiración especial y un orgullo más grande que una catedral por lo que hacía Carlos, dedicado a educar políticamente a los jóvenes socialistas. Creo incluso que Carlitos nos comentó que en algunos días iría a impartir una escuela de educación política, una práctica que en años de dictadura podía transformarse en algo de vida o muerte. Para él fue de muerte. Para los otros diez jóvenes con los que estudiaba entre otras materias, la historia del PS, “el Partido, su organización”, “Socialismo y Comunismo”; “El Mando Político” y leían el diario clandestino del PS “Unidad y Lucha”, fueron dos años de prisión porque sí, porque tenían prohibido pensar.
Carlos Gabriel Godoy Echegoyen fue asesinado la madrugada del 22 de febrero de 1985 por el capitán Héctor Díaz Anderson de la Dicomcar, entidad de triste historia de asesinatos que degradan a Carabineros. (Ese oficial apareció también en el caso “degollados”). Carlitos fue torturado hasta la muerte por el solo hecho de haber vivido en Cuba. Era, por tanto un “extremista, un guerrillero”, para esas mentes obtusas e ignorantes.
Conversando con Berta pasados algunos días de ese horror, me contó que había jurado en la tumba de su hijo que no descansaría hasta que se hiciera justicia. Cuando el fiscal Hernán Montero, que llevaba la causa, declaró reos por ser “autores de violencia innecesaria con resultado de muerte” a Díaz Anderson, al cabo Víctor Navarro Soto y como cómplices al capitán René Carmona y al sargento Julio Hurtado Lazcano, Berta respiró a medias. Finalmente, el oficial solo cumpliría tres años de presidio por el alevoso crimen.
Los otros diez muchachos, a quienes Berta visitó mes a mes durante los dos años detenidos en la cárcel de Valparaíso, fueron declarados inocentes. También Carlitos. Qué vergüenza debiera darles a los medios de comunicación que se dedicaban a aplaudir a la dictadura, tapando todos los horrores de esos años. Basta un ejemplo: La Tercera llegó incluso a informar en “exclusiva” (26 de febrero de 1985) que “los servicios policiales y médico legistas pesquisan no sólo la forma cómo se desenvuelven los integrantes de dichos grupos, sino también la forma como ‘se producen’ presuntos paros cardíacos, como aconteció con Carlos Godoy Echegoyen, con entrenamiento en el exterior”. Es decir, se había “autoeliminado. Hubo cartas con desmentidos, las que ese diario pinochetista jamás publicó.

En la Río hay un Club Deportivo que honra su memoria
(Texto enviado por miembros del club Carlos Godoy Echegoyen)
El club social, cultural y deportivo Carlos Godoy Echegoyen nace en el 2022 en la Población Juan Antonio Ríos, conformado por pobladores y pobladoras. Este proyecto social, político y deportivo busca la transformación de las dinámicas capitalistas, discriminatorias y machistas en espacios como la cancha y el barrio.



El cariño y el valor que identifica a Carlos, intentamos rescatarlo y dárselo al territorio, el mismo que tenía, buscando erradicar, con compañerismo, solidaridad, compromiso y conciencia de clase las prácticas que nos dividen. El club busca politizar espacios donde el vicio y las diferentes violencias tienen un rol protagónico.
Entendiendo al fútbol como un espacio político, comprendiendo las mismas contradicciones de quienes vivimos y crecimos en la realidad del deporte popular y poblacional, nuestro propósito es desjerarquizar al fútbol, abriendo el taller de volleyball mixto, haciendo instancias de conversatorios, ciclos de documentales y aportando fuerzas en diferentes actividades de organizaciones vecinas. Nuestra proyección es expandir los espacios deportivos y culturales a niñxs, adolescentes y adultxs.
El club tiene un grupo motor, quienes de manera horizontal decidimos y levantamos actividades y presencia en el territorio y otros lugares, así también, somos parte de un espacio comunitario y recuperado para la población, donde, en conjunto a otras organizaciones y pobladorxs levantamos instancias seguras y necesarias para las carencias y necesidades del barrio.
Entendemos que no es solo fútbol y que sin memoria, no se puede avanzar, nuestro trabajo y compromiso busca corresponder la memoria de Carlos Godoy, de Berta Echegoyen, de Hugo Riveros, de Rosa Elena Morales y tantos más mártires de la dictadura y también del presente.
El 22 de febrero se cumplieron 40 años desde su asesinato. En conjunto a otras organizaciones que conmemoran su historia, realizamos un acto político cultural en el Espacio Recuperado la Trenza en la Rio (Gamero 2670), compartimos palabras y recordamos en conjunto a familiares, vecinxs, compañeros y amigxs de lucha, su vida y su presente.
Fue una jornada que inició en el cementerio General, para luego ir a la Trenza, almorzar juntxs y preparar el acto que reunió artistas y conpañerxs de diferentes lados.
Esta instancia, acercó las generaciones que en torno al cariño, respeto y a la consciencia de clase, seguimos creyendo en un proyecto transformador, en el proyecto que Carlos defendió, antifascista y anticapitalista. Tomamos con máximo respeto la historia de lucha de Carlos, porque no olvidamos y menos dejamos a un lado su cariño y compromiso hacia la transformación de la sociedad por otra más justa y más digna.