julio 28, 2025

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Entre Pekín y Washington: El equilibrio del mariscal de campo Asim Munir

5 minutos de lectura

Por: Masood Chaudhary

Las recientes incursiones diplomáticas del mariscal de campo Asim Munir en China y Estados Unidos han despertado la atención mundial y la reflexión nacional, y se han desarrollado no como simples misiones militares, sino como acciones cuidadosamente planificadas para reposicionar a Pakistán en la arquitectura del poder global. En un mundo sumido en tensiones bipolares, las visitas de Munir pusieron de relieve una doctrina emergente: una asertividad mesurada basada en el equilibrio estratégico.

En Pekín, la bienvenida brindada a Munir reflejó la inconfundible seriedad de una alta estima estratégica, plenos honores militares, diálogos a puerta cerrada y un simbolismo de alfombra roja. En medio de la creciente preocupación por la seguridad de los ciudadanos chinos que trabajan en proyectos estratégicos de Pakistán, en particular el CPEC, los líderes chinos transmitieron sus expectativas con claridad. Sin embargo, el tono no fue de reproche, sino de cautelosa confianza. Pakistán respondió de la misma manera: la protección de los ciudadanos chinos y la continuidad del CPEC se reafirmaron no como obligaciones, sino como pilares integrales de los intereses soberanos de Pakistán.

Para Pekín, la señal fue clara: Pakistán sigue siendo un socio confiable, incluso ante las crecientes amenazas regionales. Para Islamabad, fue la reafirmación de una relación que trasciende el transaccionalismo. Con garantías precisas de una arquitectura de seguridad mejorada y coordinación de inteligencia, Munir se presentó no solo como un garante de la seguridad, sino como un restaurador de la confianza estratégica. La diplomacia fue discreta, pero el mensaje fue contundente: el CPEC no es negociable y Pakistán es su fiel defensor.

Su posterior visita a Washington se desarrolló en una onda completamente distinta. Aunque su llegada estuvo acompañada de protestas menores, mayormente partidistas y marginales, la comunidad pakistaní en el extranjero manifestó su apoyo a su presencia estabilizadora. Munir mantuvo conversaciones discretas pero sustanciales con altos funcionarios estadounidenses del Pentágono, el Departamento de Estado y el aparato de inteligencia. El reconocimiento por parte de la Casa Blanca de su reunión con el presidente Trump subrayó aún más la importancia diplomática de la visita.

Los diálogos en Washington giraron en torno a la seguridad regional, la continuidad de la lucha antiterrorista y la estabilidad de la frontera afgana. Estados Unidos considera a Pakistán, a pesar de las complejidades, un actor indispensable en el sur de Asia, especialmente en lo que respecta a la gestión de la inestabilidad en Afganistán, la gestión de sus tensos vínculos con India y la contención de la militancia transnacional. El énfasis de Munir en las operaciones sostenidas contra las redes del TTP fue recibido positivamente. Simultáneamente, China reconoció las contramedidas de Pakistán contra grupos vinculados al BLA y el BLF, que han atacado repetidamente a ciudadanos extranjeros. Estos compromisos, aunque públicamente discretos, sirvieron para revitalizar diálogos políticos que habían permanecido latentes durante años.

Lo que distingue a Munir es la evolución de su diplomacia militar. No se trató de un desfile rutinario de uniformes, sino de un ejercicio estratégico para remodelar la imagen de Pakistán en el exterior. Su doctrina no parece inclinada hacia Oriente ni dependiente de Occidente; más bien, se caracteriza por un pragmatismo equidistante, que alcanza a ambos sin ser dominado por ninguno.

Estas visitas se producen en un momento de fuertes correcciones económicas impuestas por el FMI y de una profundización de las divisiones políticas internas. La labor de Munir, si bien coordinada con el Ministerio de Asuntos Exteriores, se dirigió desde el Cuartel General, lo que refleja el papel cada vez más importante del ejército en la gestión de la política exterior. El ejército bajo su mando comprende que la influencia estratégica se gana no solo en el campo de batalla, sino también en las salas de juntas y en los canales alternativos.

El ejército pakistaní también está plenamente alerta ante las actividades de cabildeo global de la India, sus intentos de aislar diplomáticamente a Pakistán y controlar la narrativa del sur de Asia. Sin embargo, estas maniobras no han quedado exentas de oposición. Gracias a décadas de paciencia estratégica y preparación militar, Pakistán ha mantenido la disuasión regional. Esto se reafirmó no solo durante el episodio de Balakot de 2019, sino de forma más definitiva en 2025, durante un nuevo enfrentamient El conflicto de 2025, aunque gestionado con moderación diplomática, culminó en lo que los observadores regionales reconocieron ampliamente como un éxito estratégico para Pakistán. Al contener la escalada, mantener la superioridad operativa y señalar claramente las líneas rojas, Pakistán demostró capacidad y serenidad. Aunque no se declaró una victoria oficial, el mensaje era evidente: cualquier contratiempo se afrontaría con claridad, fuerza y disciplina.

En el ámbito nacional, las iniciativas de Munir generaron diversas reacciones. Personalidades gubernamentales celebraron las visitas como el regreso de Pakistán a la escena internacional; la oposición criticó la imagen que se daba a la diplomacia militar. Sin embargo, incluso los críticos reconocieron un hecho: Pakistán estaba siendo escuchado una vez más, si no cortejado, sí considerado.

El mariscal de campo Asim Munir, conocido por su precisión operativa, ha demostrado la misma destreza para sortear las ambigüedades de la diplomacia. Su doble acercamiento a Pekín y Washington refleja una recalibración discreta pero segura, un cambio de postura reactiva a autoría estratégica.

Su ascenso al mando ha supuesto no solo una transición de rango, sino también de doctrina. En manos de Munir, el ejército de Pakistán recupera su papel no sólo como custodio de las fronteras, sino como custodio de la imagen global del país, proyectando estabilidad, imponiendo respeto y, sobre todo, buscando la autonomía soberana. o militar derivado de la escalada de h En un mundo cada vez más definido por alianzas binarias y juegos de poder estridentes, la supervivencia y la posición de Pakistán dependen de una diplomacia calibrada. La iniciativa de Munir quizá no produzca aún cambios drásticos, pero sí indica una intención. Y en un país a menudo sumido en la crisis, el simple hecho de avanzar constituye una declaración diplomática.

Por ahora, el mundo puede cuestionar la trayectoria interna de Pakistán, pero no puede ignorar la imagen de una nación que afirma su relevancia con aplomo, precisión y propósito. Y con esa afirmación, comienza silenciosamente un nuevo capítulo.

Sobre el autor: Masood Chaudhary es periodista de investigación y analista geopolítico con más de 20 años de experiencia de campo. Con un enfoque especial en las relaciones cívico-militares, los asuntos estratégicos y la diplomacia, su trabajo ha sido presentado en plataformas nacionales e internacionales. El Sr. Chaudhary es conocido por sus reportajes exhaustivos, su análisis matizado y su compromiso con la integridad periodística al desentrañar las complejas dinámicas de poder en el mundo. Es coordinador nacional y portavoz de la Asociación de Periodistas de Pakistán (APJA).

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