diciembre 17, 2021

Nuestro País

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NO al radicalismo de derecha.

7 minutos de lectura

Antonio Almendras.

Magister en Ciencia Política

El orden de las sociedades modernas es intrínsecamente frágil y esa fragilidad queda al descubierto cuando aparecen los síntomas mórbidos, que levantan el velo de lo que estaba mal y al mismo tiempo oculto en nuestra historia reciente por la episteme de la transición, y que permaneció invisibilizado por 30 años. No obstante, los procesos históricos se van reconfigurando gracias a quienes no han perdido la esperanza y menos la voluntad para avanzar hacia un orden nuevo.

Tradicionalmente el poder en Chile se presta mal a una distribución equitativa, pero a la vez hoy se vienen desde un tiempo a esta parte, generando condiciones de posibilidad que le permiten a los chilenos “de a pie” identificarse con alguno de los tantos actores de los movimientos sociales e identitarios que han salido a la luz en las últimas décadas, en oposición al tradicional panteón de hacendados, oficiales de las FFAA, grandes y poderoso mercaderes o la masa anónima de inquilinos y jornaleros, precarizados y temporeros de hoy que siguen disciplinadamente los dictámenes de la elite y su modo hacendal de ejercer el poder. He allí una fractura que incomoda a los poderosos de siempre, pero que no ha terminado de fraguar

En todo sistema democrático (Liberal) existe un residuo de incorregibles, comúnmente visibles en los extremos del arco ideológico. Hoy en Chile el radicalismo de derecha se ha tomado la agenda política y ha sido capaz de seducir a un estimable y masivo apoyo electoral, que lo tiene ad-portas inclusive de ganar eventualmente la próxima elección presidencial. Sabemos que fuera de nuestras fronteras el sector que encabeza Kast es calificado de acuerdo con sus “ideas estructurantes” como un movimiento de extrema derecha. En Chile, la prensa oficialista e incluso los medios propiedad de consorcios periodísticos internacionales son indulgentes con este proyecto político que pretende una restauración neoconservadora, en sintonía con los gobiernos de Bolsonaro (Brasil), Trump (Estados Unidos) y Orbán (Hungría) y con movimientos y partidos del radicalismo de derecha como Vox y la iniciativa Foro de Madrid (España), Agrupación Nacional (Francia), Partido de la Libertad (Austria),  Alternativa para Alemania, Hermanos de Italia, La Libertad (Argentina) y el “uribismo” en Colombia, entre otros.

En general los grupos de extrema derecha cohesionados en torno a Kast, están en contra del proceso constituyente y se muestran contrarios a una nueva constitución política que desplace a la del ‘80, impugnado la sólida mayoría ciudadana que le brindó  un  respaldo abrumador a la construcción de un nuevo pacto social; respaldan la candidatura de José Antonio Kast, confrontan e impugnan a priori las posturas principalmente del partido comunista, apoyan a los represores presos en Punta Peuco, encarcelados por cometer crímenes de lesa humanidad; reivindican a la dictadura y “la obra” del General Pinochet, y se organizan para marchas y manifestaciones violentas, a donde llegan con escudos, chalecos antibalas, protectores de seguridad, cascos, palos, artefactos lanza gases y usan símbolos nazis y fascistas, paradojalmente frente a la mirada indulgente de las fuerzas que resguardan el orden público. La ultraderecha tiende a distanciarse de los partidos de la derecha convencional (sectores de RN y Evopoli) a los cuales culpan de desprenderse del ideario del sector y no representar las aspiraciones patrióticas y populistas.

No deberíamos subestimar al kastismo a pesar de su evidente y discreto nivel intelectual, ni por su falta de teorización. Es una enorme falta de perspectiva política pensar por eso que no van a tener éxito, independiente de lo que ocurra el 19/12. Lo característico del kastismo – en tanto movimiento político – es más bien una extraordinaria perfección de los medios y concretamente en primer lugar los medios propagandísticos en el sentido más amplio, combinado con una oscuridad inconfesable de los fines/intereses que persiguen. La propaganda, ingentes recursos mediante, tiene ante todo la genialidad de equiparar en estos movimientos/partidos la diferencia, la indudable diferencia, existente entre los intereses reales y los falsos objetivos simulados. Si los medios vienen a sustituir en una medida cada vez mayor a los fines, puede casi decirse que en los movimientos de extrema derecha la propaganda constituye de por si la sustancia misma de la política. Todo lo cual nos remite a la importancia estratégica que en la política actual comportan los medios de comunicación en un universo de infamias y mentiras; que les permitan generar condiciones de posibilidad para la captura de un universo electoral desprevenido o no lo suficientemente bien informado que persigue el mantenimiento en el poder de una élite local/global que se siente cómoda gestionando los periodos de crisis e incertidumbres. Para más información ver “Steve Bannon, el gran manipulador”, de Alyson Klyman, documento imprescindible para entender la política de hoy (y quizá la de mañana) en todo el mundo y el papel de los medios de comunicación, particularmente la importancia comunicacional – fake news mediante – de las RRSS, espacio comunicacional en el que el radicalismo de derechas ha alcanzado gran eficacia y efectividad.

La conciencia de que uno podría ser más de lo que es, pero no lo es, empuja a las personas a seguir llevando a cabo actos de narcisismo colectivo. Stefan Breuer, sociólogo alemán, resume este fenómeno, en los siguientes términos: “Al convertir al sujeto colectivo de la nación o a su caudillo [Kast] en su ideal y al dotarlo de cualidades singulares, los individuos hacen realidad un fragmento de ese Gran Yo arcaico, cuya realización les es negada en un contexto de crisis (“Chile se hundió”) en la existencia de lo individual; de paso se liberan mediante la proyección de sus propias agresiones, ligadas al yo ideal, con el inevitable resultado de que el mundo se puebla de objetos y conductas/colectivos peligrosos (feminismo, inmigrantes, comunistas, medioambientalistas, etc.) con ansias de revancha, de los cuales el sujeto se ve obligado a defenderse: la otra cara de los beneficios que produce el narcisismo socializado es la manía persecutoria.”; explotada una y otra vez por los relatos instalados por los mass media y las RRSS del establishment.

El proyecto de Kast es la última ratio de un capitalismo dependiente, extractivista, oligopólico y rentista que se niega a aceptar mecanismos de redistribución de la riqueza que el trabajo humano es capaz de generar. Kast y sus asesores montaron una campaña jalonada de provocaciones y mentiras, centrada en el orden y la seguridad, capaz de excitar todos los miedos, es un nostálgico de la dictadura del General Pinochet, que pretende retrotraernos a la época dorada (el periodo más aciago de nuestra historia nacional) de la contrarrevolución neoconservadora.

Al revisar su programa de gobierno se evidencia una posición política ultra reaccionaria y pro-capital en todas las áreas. Ante la situación crispante y en extremo delicada de La Araucanía, propone agudizar la militarización, ante la crisis del sistema de pensiones, propone incrementar la edad de jubilación, traspasando el costo del ahorro acumulado al trabajo humano. Ante la violación flagrante a los DDHH por parte de Carabineros, institución a cargo de resguardar el orden público, propone aumentar en un 7% sus salarios. Respecto a las FFAA no hay mención alguna a sancionar las prácticas corruptas que han caracterizado al alto mando durante los últimos años, ni menos se refiere a la necesidad de subordinar a las FFAA al control civil en el marco del respeto irrestricto al estado de derecho, por el contrario, plantea un aumento del presupuesto militar.

De resultar electo, pretende terminar con las conquistas en materia de aborto, del matrimonio igualitario y del reconocimiento y protección de los derechos de las minorías y las diversidades sexuales. En materia de infancia, propone eliminar el Consejo Nacional de la Infancia y potenciar la gestión privada del Servicio Nacional de Protección de la Infancia ex SENAME. Respecto a la mujer, no solo sostiene su intención de revertir el restringido derecho al aborto en tres causales, sino que propone que las políticas públicas de ayuda social discriminen de acuerdo al estado civil, privilegiando a las mujeres casadas. En Educación, propone derogar la ley de inclusión, eliminar la reforma educacional en curso y que la actual administración ha ralentizado; del mismo modo propone implantar clases de religión en la educación pública, vulnerando de plano el carácter laico del Estado chileno. 

Pues bien, planteada así las cosas, resulta evidente que este fin de semana nos enfrentamos a una serie de clivajes que nos comportan muchos desafíos respecto al porvenir: Democracia/Autoritarismo; Dialogo/ Militarización; Derechos sociales universales/Focalización del gasto social; Impuesto a los súper ricos/rebaja de impuestos al capital; etc. Si la voluntad mayoritaria se inclina por el radicalismo de derecha, asistiremos a un proceso de regresión histórica, muy probablemente cruzado por continuas crisis de legitimidad y por mecanismos de represión y control social para mantener los privilegios de pocos; por el contrario si gana Apruebo Dignidad se abre una oportunidad no exenta de complicaciones para avanzar en un proceso de transformaciones estructurales y graduales que permitan por una parte el desmantelamiento de la arquitectura neoliberal que ha caracterizado a Chile desde su instalación por allá en 1975, cuando los Chicago boys, tuvieron manga ancha para instalar el modelo; y por otra políticas de  inclusión a los beneficios del proceso modernizador de las mayorías postergadas y al mismo tiempo arribar a buen puerto con un nuevo pacto social que haga de Chile una patria digna para todos.

El domingo 19 veremos si el nuevo pacto político triunfante que arribe a La Moneda se instala tan lejos o tan cerca del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y si de una vez por todas podemos transitar efectivamente hacia una nueva institucionalidad, en la medida que las nuevas autoridades que asumirán en marzo del 2022 le dificulten/cierren o pavimenten el camino a la Convención Constitucional.

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