Algunas veces se gana… Otras, se aprende.
5 minutos de lecturaPor Erasmo López Ávila, periodista.
Cuando se está viviendo un inédito e irreversible proceso de transformación como el que está viviendo Chile, en el que cada día desde el 18 de octubre de 2019 se ha ido corriendo el cerco para superar definitivamente el modelo neoliberal; cuando ya está instalada la Convención Constituyente, sorprendiéndonos con su devenir cotidiano responsable y ciudadano; y cuando más de tres millones 100 mil chilenos acuden a participar voluntariamente en una elección primaria, pareciera que no hay espacio para la desesperanza, ni para la abdicación de las utopías; ni para las emociones derrotistas; ni para las apreciaciones revanchistas o negacionistas.
Sigo pensando, con más convicción que en los días previos al 18 de julio, que los que desde los años 60 en adelante comenzamos a recoger el sueño de nuestros padres y abuelos de que Chile podía y debía construir una sociedad auténticamente pluralista y democrática; impulsora de las libertades; defensora de los derechos humanos, políticos y sociales; y gestora de escenarios que instalarán la igualdad, la no discriminación y la no explotación, ya vencimos, ya ganamos, ya conquistamos lo anhelado, ya vamos avanzando por las grandes alamedas a las que nos invitó Allende en sus horas postreras.
Sigo pensando que la gran obra que se está construyendo esta vez, que recoge los principios y movimientos políticos y sociales de los 60, los 70 y los 80 está, por fin, sustentándose en una mayoría abrumadora, de espíritu joven, paritaria, con participación de los pueblos originarios, con reconocimiento de las minorías y que se esmera por aprender del pasado para no replicar errores, que limitan el legítimo desarrollo humano, ni horrores, que cuestan vidas.
En el escenario del Chile de hoy, que a veces cuesta visualizar o comprender en su exacta integridad y magnitud, suele ocurrir que hechos circunstanciales pueden llegar a obnubilar el paisaje y la visión, y pueden llamar a confusión.
Espero no estar ni entre los confusos u obnubilados y me permito fundamentar mis apreciaciones que tienen tendencia al optimismo.
Creo que el domingo reciente la aguja de la historia no se ha movido hacia atrás. Las fuerzas del cambio son más anchas, fuertes y numerosas.
Los que por décadas se las han arreglado para mañosa y engañosamente hacer creer que ellos son el cambio y la felicidad, están en franco retroceso y se han reducido a lo que realmente son: una minoría, respetable, pero minoría.
Cuando he dicho antes que ya vencimos, que ya ganamos, que ya conquistamos lo anhelado, apunto a que el objetivo global ya está logrado.
En el segundo semestre del 2022 tendremos una Nueva Constitución, que comenzará a ser puesta en práctica con el apoyo y el afán de un nuevo Gobierno (cualquiera que sea quien lo presida, no podrá hacer lo contrario) y con un Parlamento constituyente, cuya composición, espero, será un espejo de lo que es actualmente la Convención Constituyente (y que tampoco podrá ir contra la corriente).
Admito que prefería que mi candidato Daniel Jadue hubiese sido el conductor del próximo Gobierno para asegurar una mayor profundidad y velocidad en las transformaciones anti neoliberales.
Lo resultados demostraron que aún no es la hora de Daniel Jadue ni de la corriente que el representa y a la que adhiero. También revelaron que, aunque se obtengan casi 700 mil preferencias de ciudadanos por un candidato comunista, ese histórico e inédito apoyo sigue siendo insuficiente.
Finalmente, también quedó probado que una candidatura que nace desde la base y desde las organizaciones sociales; y que por mucho que vaya adquiriendo una inusitada potencia, nunca podrá cantar victoria si antes no desarrolla una amplísima y creativa estrategia de alianzas políticas y sociales, que abra espacios de inclusión que sean generosos, tolerantes, legítimos, participativos y sustentables.
Que Gabriel Boric y Daniel Jadue hayan conseguido casi 1.750.000 preferencias (más de 400 mil por sobre las que consiguieron los candidatos de derecha) da cuenta del alto nivel de apoyo popular y ciudadano que tuvo la lista Apruebo Dignidad.
Sin embargo, la diferencia de casi 365 mil votos que tuvo Boric por sobre Jadue, también da cuenta de que el vencedor planteó y comunicó mejor una propuesta más atractiva, quizás por ser menos rupturista o porque aparecía más dispuesta a la conciliación.
Su propuesta caló hondo en una ciudadanía mayoritariamente más joven y proclive a asumir como propios mensajes nuevos, pluralistas, ecologistas, feministas, planteados con una ortodoxia política que acoge las nuevas tendencias del siglo XXI y toma distancia de las que sedujeron el siglo XX.
Hoy el objetivo primordial es seguir construyendo sin prisa, pero sin pausa el nuevo Chile, partiendo de la base que en la Convención Constituyente hay una inédita correlación de fuerzas que asegura transformaciones profundas en el marco de un proceso irreversible, cuya velocidad y gradualidad será determinada por lo que la mayoría decida.
Por eso es que el análisis global me invita a decir que los “veteranos” de las luchas de los años 60, 70 y 80 ya vencimos: está emergiendo el Chile nuevo que soñábamos.
El estallido social del 18 de octubre de 2019; la gran marcha nacional del 25 de octubre; los sucesivos triunfos populares en el plebiscito, en la elección de los constituyentes, alcaldes, concejales y gobernadores; la reciente victoria de las fuerzas por el cambio en las primarias; y el nuevo panorama político que se ha abierto son hechos irrebatibles, que están ahí, a la vista, sólidos, como la Cordillera de Los Andes.
Que el domingo 18 de julio 700 mil chilenos hayamos tenido que celebrar y aplaudir la victoria de un compañero de ruta no disminuye ni un ápice ese compromiso nuestro y de muchos por avanzar y consolidar ese proceso por el cambio profundo que se está pariendo.
A veces se gana… Otras, se aprende.