Veinte años no es nada…
3 minutos de lecturaDespués de un gasto sideral y de haberse retirado en forma ignominiosa del campo de batalla, Estados Unidos se encuentra en un escenario muy parecido, o quizás peor, al del 11 de septiembre de 2001, cuando el terrorismo yihadista le asestó el más duro golpe de su historia, al atentar contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono y asesinar a casi 3.000 personas.
Poco antes de recordarse las dos décadas de ese acontecimiento que marcó la historia del siglo XXI, en Afganistán –centro de las represalias norteamericanas por el ataque- vuelven a gobernar los Talibanes, el grupo fundamentalista islámico que le dio refugio a Osama Bin Laden, el autor intelectual de los atentados, cometidos por 19 miembros de Al Qaeda, 15 de ellos saudí.
Bin Laden ya no está porque fue localizado y ejecutado en 2011, pero ello no implicó, a corto plazo, el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán. Por el contrario, pasaron 10 años para que Estados Unidos concluyera que el objetivo de responder al ataque del 11S se había logrado. Y la fecha para retirarse no pudo ser más simbólica. Se llevó a cabo un par de semanas antes de cumplirse los 20 años del ataque fundamentalista a los símbolos económicos y militar norteamericanos.
Lo cierto es que en Kabul se volvió a instalar el régimen de los Talibanes, que mantiene aún lazos con Al Qaeda, el grupo yihadista global que tiene como principal objetivo la venganza contra Estados Unidos.
La incógnita sobre si un ataque de semejante envergadura, como el del 11S, puede repetirse cobra otra dimensión con el regreso de los Talibanes al poder.
La pregunta se instaló en las principales capitales del mundo: “¿existen riesgos reales de otro atentado que impacte en el corazón de Estados Unidos u otra potencia occidental y haga tambalear el tablero internacional?”
Una respuesta inmediata indica que las probabilidades son más altas que hasta hace un mes, cuando Afganistán todavía contaba con la presencia de tropas estadounidenses y de la OTAN, en respaldo de un gobierno civil y las fuerzas afganas.
Pero un análisis más benevolente y a largo plazo interpreta que el acuerdo entre Estados Unidos y los Talibanes, firmado en Doha en febrero de 2020, estableció que Afganistán nunca más será utilizado como plataforma de lanzamiento para el terrorismo global.
¿Cumplirán los talibanes ese compromiso o sólo fue una movida táctica para tranquilizar a Occidente? Es la pregunta del millón de dólares y habrá que esperar para verificar si cumplen su compromiso.
Para los servicios de inteligencia occidentales, el reciente atentado del grupo EI-K en el aeropuerto de Kabul, con un saldo de 170 muertos-entre ellos 13 soldados estadounidenses- demuestra que el potencial de los grupos yihadistas ha aumentado, sobre todo en las regiones afganas no gobernadas por los Talibanes.
El EI-K se ha definido opositor a los flamantes gobernantes de Afganistán, por lo que podría reclutar y crear bases de operaciones en las montañas del país asiático.
Dos décadas después del 11S, el panorama del terrorismo es menos centralizado, más diverso y cada vez más propenso a las teorías conspirativas y las campañas de desinformación virtuales que exacerban las tensiones sociales”, resumió Stephanie Fogget, investigadora del Soufan Center de Estados Unidos.
Mientras tanto, con los esfuerzos de contraterrorismo multiplicados alrededor del mundo, los grupos islamistas llaman también a la acción de lobos solitarios en Occidente, individuos inspirados por las ideas islamistas que encuentran en la web, pero no necesariamente con vínculos directos con los terroristas.
Peor que antes
En el análisis de estas dos décadas, después del 11S, queda la convicción de que Estados Unidos lanzó una cruzada para inculcar la democracia en el mundo musulmán y terminó con su propia democracia hecha jirones.
Bin Laden no construyó la trampa en que cayó Estados Unidos, sino que la construyeron los propios estadounidenses.
El corolario de estos 20 años lo resumió Javier Solanas, ex secretario general de la Alianza Atlántica (OTAN): “la guerra global contra el terrorismo fue un esfuerzo mayoritariamente estéril, y la reciente formación de un gobierno talibán en Kabul es prueba de ello”