Se ha marchado Enrique Symns, el Señor de los Venenos
2 minutos de lecturaEl argentino creó la revista Cerdos & Peces para denunciar los crímenes y abusos del Estado, defender las minorías oprimidas y constituir un espacio para la contracultura rockera, lo que se tradujo en varias clausuras, una de ellas a manos de Alfonsín. De paso por Chile, fundó el The Clinic de la primera época (la mejor).
Dotado de una pluma irreverente y transgresora que supo esgrimir contra todo gobierno y opresión, el periodista y escritor Enrique Symns murió -a los 77 años- este jueves 16 de marzo en Buenos Aires, aquejado de una diabetes salvaje impulsada con generosas dosis de alcohol y cocaína.
En Argentina -creó en 1984- Cerdos & Peces (“la revista de este sitio inmundo”, como él la definió) que marcó una época en el periodismo contestatario argentino de los 80 y se le comparó con Hunter Thompson y Charles Bukowski. Radicado en Chile fundó The Clinic, fue columnista de Las Ultimas Noticias y del periódico El Metropolitano. En su obra literaria destacan El Señor de los Venenos, La Vida es un Bar, Big Bad City, La Última Canción (donde relata la historia de la banda Los Tres), Páez (la biografía de Fito) y un libro inédito de conversaciones íntimas con Jorge González, el líder de Los Prisioneros, quien finalmente rechazó su publicación.
Symns fue un anarquista de tomo y lomo que jamás se doblegó ante los dueños del poder y la riqueza. En Santiago tuvo su bunker en el bar Liguria. Allí protagonizó un incidente con Ricardo Solari, el poderoso y gordo ex ministro de la Concertación a quien increpó por traidor. Al recordar el hecho, en su libro “El Señor de los Venenos”, dijo: “Merecido se lo tendría. Además, es algo que podré contar a los nietos que nunca tendré… El abuelo expulsó a un ministro de su mesa”. Cabe consignar que ese tal Solari era un “aliado-protector” del proyecto The Clinic.
Alcanzado un merecido reconocimiento comenzó su declive en Chile y -acuciado por la cesantía pero más aún por la nostalgia de la noche porteña- regresó a Buenos Aires, la capital del imperio que jamás existió.
Ya muy enfermo, convocó a ilustres sobrevivientes de la redacción de Cerdos & Peces para hacer el último número (“la invoqué para que, al fin, me deje ir”, explicó). En la página editorial escribió: “Mi cuerpo, como la madera seca y crujiente de un viejo barco, está muy cerca de reposar en la última orilla. La fuga constante que ha sido mi vida, está pronta a concluir. No tengo miedo”.
Por Ariel Poblete G., periodista, para «Nuestro País».